En el hogar de la familia se vive una situación muy difícil. Lidia coge cosas a sus padres para luego venderlas y conseguir dinero. Les grita, les insulta y no permite que le digan lo que tiene que hacer. Tal es la perdida de confianza de sus padres que le han quitado las llaves de casa. Pero Lidia se defiende de las acusaciones de sus progenitores. Asume que consume drogas, pero para ella no son la raíz del problema. Opina que siempre ha sido rebelde, sólo que últimamente se ha agudizado su comportamiento porque ha perdido el autocontrol. Sus padres han intentado llevarla a un centro de desintoxicación y han pedido ayuda para encontrar una solución pero la joven rechaza toda ayuda porque no cree que tenga un problema.